"Luego de que nos espabiló el sol, contamos nuestros sueños. Él soñó que estábamos en un campamento o en una fiesta, no recuerdo. Mucha gente discutía. Queríamos irnos y buscaba la maleta. Iba encontrando poco a poco las cosas, como mis aretes. Yo lo soñé besando mis labios durante varios minutos (cómo se mide el tiempo en los sueños), luego excitaba suavemente mi clítoris con sus dedos, para enseguida, con brusquedad, penetrarme también con los dedos. Estaba por salir a su trabajo y llevaba un traje excéntrico que le iba muy bien.
Una noche antes, cuando empezábamos a dormir, desperté con su voz y le narré un sueño fresco: expulsaba de la boca, delicadamente, manzanas verdes. Eran grandes, macizas, hermosas. Recordé un cuento de Julio Cortázar, Carta a una señorita en París. Sólo que en él vomitaban conejos. Después soñé que él me preparaba un sándwich exquisito para desayunar. El pan tenía un toque de canela: saboreé y olí la canela.
"Cuando regresamos a su casa, llegó el éxtasis de lo cotidiano: un sol tibio sabatino, besos en el jardín, con la sombra en mi espalda para mantener una temperatura equilibrada, con el sol en su rostro para sus mejillas que me fascinan enrojecidas.
"Lo que más admiro en él no es su intelecto, sino su pH y sus glándulas sudoríparas apócrinas, que le hacen representar, por cuanto a su olor, 20 años menos que su edad. ¿Un hombre que no necesita desodorante? Qué insólito y delicioso ser.
"Me divierte estar con él, desaparece la ansiedad que me da aquí en casa… estoy escuchando a Louis Armstrong. Es difícil no pensar en las caricaturas de los 40’s ó 50’s. Imaginé a Azul bailando. Creo que le cambiaré el nombre a Chamus, de chamuscada, porque su raza le destinó en cara, orejas, patas y cola, pelos ennegrecidos. Aunque sus ojos azules pesan más".
Una noche antes, cuando empezábamos a dormir, desperté con su voz y le narré un sueño fresco: expulsaba de la boca, delicadamente, manzanas verdes. Eran grandes, macizas, hermosas. Recordé un cuento de Julio Cortázar, Carta a una señorita en París. Sólo que en él vomitaban conejos. Después soñé que él me preparaba un sándwich exquisito para desayunar. El pan tenía un toque de canela: saboreé y olí la canela.
"Cuando regresamos a su casa, llegó el éxtasis de lo cotidiano: un sol tibio sabatino, besos en el jardín, con la sombra en mi espalda para mantener una temperatura equilibrada, con el sol en su rostro para sus mejillas que me fascinan enrojecidas.
"Lo que más admiro en él no es su intelecto, sino su pH y sus glándulas sudoríparas apócrinas, que le hacen representar, por cuanto a su olor, 20 años menos que su edad. ¿Un hombre que no necesita desodorante? Qué insólito y delicioso ser.
"Me divierte estar con él, desaparece la ansiedad que me da aquí en casa… estoy escuchando a Louis Armstrong. Es difícil no pensar en las caricaturas de los 40’s ó 50’s. Imaginé a Azul bailando. Creo que le cambiaré el nombre a Chamus, de chamuscada, porque su raza le destinó en cara, orejas, patas y cola, pelos ennegrecidos. Aunque sus ojos azules pesan más".
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