viernes, 26 de julio de 2013

Un género híbrido: el ensayo ficción de JP Anaya





Comentarios en torno al libro 
Kant y los Extraterrestres” (2012)


“Los alucinados serán los capitanes de las naves del futuro”

Indigente, en Cholula
 

Por Javier A. Martín



En un país al borde del colapso, como lo es México, viene muy a cuento --o ensayo-- hablar de distopías y corrientes apocalípticas, así sea de manera irónica, como lo hace el autor Juan Pablo Anaya, quien con su libro de ensayos “Kant y los extraterrestres” sitúa al lector frente a un juego borgiano no exento de referencias multiculturales: de Kant a Maussán; Ridley Scott, Herman Melville, autores ficticios, coloquios literarios improbables y teorías desorbitadas pueblan esta narración que sirve, como el propio autor lo afirma, para despojar de ese halo doctoral que suelen acompañar fastidiosamente las discusiones filosóficas de la academia.

Por ejemplo, en “Canción de amor para un androide”, Juan Pablo Anaya divaga acerca “del sueño del maquinismo”, la biomecánica, y los recuerdos implantados a partir de la cinta “Blade Runner” (1982).


Estos postulados, que en apariencia son formales, le sirve para introducir un personaje ficcionado que sería una especie de alter ego del ensayista, un joven investigador que desarrolla ensayos a partir de una investigación exhaustiva. 
Hasta aquí todo sería cierto si no es porque gran parte de los autores y estudios que cita –hay que decir que no todos— son falsos. Y es esto mismo lo que le da una dimensión literaria profunda a este texto, que recuerda a Borges y su literatura fantástica.


Así, en el primer capítulo asistimos a las reflexiones que suscita el amor  del investigador por otro personaje, esta vez de una película, lo que le sirve para descubrir que “la identidad se funda en una facultad bastante frágil”: la memoria (p.19)

La idea se confirma cuando los labios carmín de la bella androide Rachel sugieren:

I can´t rely on my memories (no puedo confiar en mis recuerdos).

Este que es un tema que ya ha hecho correr mucha tinta, no se queda en la sobada crítica al “carácter falso de la memoria” o a la distorsión de la identidad a partir de las emociones espurias.

El tópico de la película es el pretexto para ahondar en lo que llama un “gesto post-replicante”, a saber, la estrategia para volver a experimentar y repensar los recuerdos que conforman la identidad.

Más adelante, en el capítulo “Ahab en el diván”, el narrador, que es el mismo personaje del primer ensayo, nos habla del profesor Acha-Benavides, quien le habría dado clases de literatura norteamericana, y al cual, el narrador principal dedica este capítulo en un supuesto homenaje póstumo.

El homenaje a Aníbal Acha se basa en su dramática existencia al perder un hijo, y su obsesión con la novela Moby Dick, a partir de la cual elabora una desquiciada teoría que busca identificar  posibles relaciones entre objetos culturales.

Es gracias a sus afiebradas hipótesis que el lector vislumbra que de la novela Moby Dick a las películas Tiburón y Orca: La ballena asesina hay sólo un paso, es así como Acha-Benavides se da a la tarea, como el furioso capitán Ahab, de identificar cómo la cultura de masas puede tornarse un pastiche que echa mano de la historia del arte para convertirla en una reserva de retazos con potencial significado emotivo.

Pablo Anaya realiza un giño a La Raza Cósmica de José Vasconcelos cuando postula un sistema de reencarnaciones culturales que tiende a volverse cada vez más decadente. Este capítulo es particularmente interesante porque se desarrolla a partir de un juego de espejos, historias similares pero “invertidas”, que evocan el esperpento de Valle Inclán[1].

El tercer capítulo lleva al lector a una dimensión literalmente fuera de este mundo, al aludir a la obra de Kant Historia general de la naturaleza y teoría del cielo (1755), en la que el entonces incipiente filósofo alemán no duda en imaginar escenarios hipotéticos sobre “las características físicas y morales de los extraterrestres”, basado en el lugar de sus planetas con relación al sol.

A partir de esta obra, y un supuesto hallazgo en una biblioteca del IPN, el personaje del joven investigador introduce a un desquiciado debate en torno al papel del Hombre en el Universo, la postura que deberá tomar cuando se encuentre frente a esa alteridad límite que representan los alienígenas.

Si bien para Kant el negro cósmico del universo se abre de forma inconmensurable gracias a la demostración que hiciera Isaac Newton de las teorías de Copérnico, para Chinchilla y Badoglio, los personajes de este nuevo ensayo, el encuentro con una nueva especie “fomentará la hermandad de la raza”, pues este hecho produciría un asombro generalizado que uniría a las naciones.

Ambos autores parafrasean a Heidegger al destacar la postura del “ser-en-el-mundo-ante-extraterrestres”, que hará, según afirman, que “el sustantivo humanidad” vuelva a ser el fundamento de la moral a través de un gran ejército que enfrentará a los extraterrestres.  

Sin embargo, el avistamiento de ovnis no será posible sin ese grupo autodenominado “Los Vigilantes”, que en la figura del alucinado mayor, Jaime Maussán, encuentra a su capitán.

El ejercicio de observar el cielo en busca de objetos no identificados se vuelve la metáfora del carácter contingente e ínfimodel ser humano en el Universo y un pretexto para la melancolía.

La pintura El caminante sobre el mar de nubes (1815), del alemán Caspar David Friedrich, sirve a Anaya para hablar sobre el carácter profundamente melancólico que encierra el acto de contemplar un paisaje (el vigilante), donde la naturaleza alude al "enigma de lo divino".

Este marco tan poético y socarrón no está exento del anhelo (deseo) y la amenaza que conlleva la otredad, encarnada en la figura-enigma de los ovnis y la hermandad que podrían provocar entre la raza humana al hacer su sorpresiva aparición trastocando definitivamente el paisaje terrestres.

Así el autor traza una ruta crítica en clave de ironía sobre la idiosincrasia del ser-en-el-mundo-mediático a partir de la relación con sus objetos culturales y sus anhelos-expectativas con respecto a la otredad.


Imagen tomada del muro en Facebook del autor, Juan Pablo Anaya.




[1] Luces de Bohemia, Ramón de Valle Inclán

miércoles, 1 de mayo de 2013

martes, 2 de abril de 2013

Paraíso Perdido

Se acabaron las idas a Cuernavaca a casa del abuelo
los sábados tomando coronitas mientras hacíamos la sopa del dominó en esa gran plancha de concreto que tenías por barra en tu cantina frente a la alberca

adiós a los chapusones y a los clavados
adiós a los piquetes de abeja

adiós a las visitas a tu bonito departamento en la Roma

adiós a los tequilitas que nos servías mientras hablabas de literatura ideológica

Ya nunca me darás esa hermosa edición que me prometiste del Paraíso Perdido, de
John Milton


adiós abuelito