En Semana Santa del 2007 visité un pequeño pueblo llamado Pahuatlán, ubicado en la sierra de Puebla, en los límites con Hidalgo. Ahí se congrega en esa temporada una multitud con motivo de los días feriados y de un festival de huapango que se realiza año con año. Una tarde, encontrándome un poco agobiado de la cantidad de turistas ebrios que saturaban lo que solía ser un tranquilo lugar, pude ver a "Los Voladores de Capula" hacer un arriesgado ritual que comienza con uno de ellos bailando, sin sujetarse de nada y a una altura aproximada de unos 15 metros, mientras toca una pequeña flauta de melodía muy dulce. El resto de los voladores, ubicados uno en cada punto cardinal, empieza a descender de cabeza girando con los pies atados a una soga. Presenciando este acto tuve una sensación fugaz de armonía. El universo se revelaba en toda su perfección. Cada elemento encajaba en su lugar.
Isabel
Hace 9 años
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