El 15 de septiembre rememora un año más del "Grito de Independencia" de México.
Con esta fecha llegan preparativos de conciertos masivos, verbenas populares, el presidente del país participa de un acto oficial, tocando una campana que recuerda cuando el cura Miguel Hidalgo hizo lo propio incitando a la gleba a sublevarse contra el mal gobierno regenteado entonces por la colonia española.
Año con año, el 15 de septiembre se promociona en todos lados. En la prensa, la radio, la tv. Por miles se colocan banderas en los autos, en las azoteas de las casas y en los edificios públicos. Se vive una fiebre patriótica (cosmética) que abarca febriles vítores lanzados a todo pulmón: "Viva México, Vivan los héroes que nos dieron Patria", etc., etc.
Y me pregunto ¿la cosa está como para echar las campanas al vuelo? ¿De plano todos se sienten muy orgullosos de vivir en un país sumido en una crisis económica y política agravada día con día?
Yo no siento esa efervescencia patrioteril. Es evidente el cuadro de descomposición social que padecemos quienes englobamos la noción abstracta llamada "país"; noticias de secuestros, aumento de la nota roja, desempleo, malas condiciones laborales, pobreza, carestía y exclusión son palabras que no dicen mucho a menos que uno viva lo que implican. Son tiempos de barbarie en los que es menester tener un corazón de piedra o que te falte un tornillo en la cabeza para poder celebrar despreocupadamente el 15 de septiembre.
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