Formular un "Top Ten" de mis libros favoritos encierra muchas pretensiones, pues por un lado éstas son algunas de las lecturas que a últimas fechas me han impresionado, aunque en su tiempo hubo otras igualmente importantes que no señalo pues no tengo fresca la emoción de su lectura.
Además, varios de ellos no son libros como tales, sino pequeños relatos contenidos en colecciones o antologías; tal es el caso de El violín de Rothschild, Barrabás y Cagliostro.
También quiero aclarar que me resultaría muy difícil jerarquizar las obras como unas más importantes que otras, ya que todas me han gustado y las recomiendo ampliamente, aunque claro, el gusto se rompe en géneros (literarios), o quizá cabría mejor decir, el género se rompe en gustos. Dejo pues la siguiente lista al escrutinio de su consideración:
-Barrabás. Pär Lagerkvist. Habla de la condición del Hombre y de la imposibilidad de quienes aun queriendo no pueden creer en un Dios.
-Los Hermanos Karamazov. Fiódor Dostoievski. Traza perfiles sicológicos de gran hondura refractando la condición humana yendo de lo abyecto a lo sublime. La lectura de esta novela no sólo me indujo un sueño muy significativo, sino además me descubrió mi gusto por la literatura de temas teologales.
-Las Almas Muertas. Nicolás Gogol. Novela sublime de la picaresca rusa cuyo protagonista, Chichikov, se adentra a la estepa buscando comprar títulos de propiedad de siervos muertos a los señores feudales. Es una novela de risa loca que imprime un sentido de constante actualidad a los defectos de sus personajes.
Altamente recomendable leer todo aquello que llegue a tus manos de este gran maestro de la narrativa.
-La Montaña Mágica. Thomas Mann. Narra la estancia de Hans Castorp en una clínica donde convalece debido a una afección pulmonar. Ahí se enamora de la femme fatal Madam Chauchat, y se rodea de personajes reaccionarios y excéntricos.
-Infancia, adolescencia y juventud. León Tolstoi. Este es un manantial del que hay que abrevar toda la vida. Con su autobiografía inconclusa el Conde Tolstoi se revela como el Titán que es justificando su entrada a los clásicos.
-Cagliostro. Vicente Huidobro. Aborda el tema de la alquimia y la iniciación de un personaje mítico en temas místicos. El lenguaje es de alta poesía, como todo lo del gran Huidobro.
-El violín de Rothschild. Anton Chéjov. Como muchos de sus relatos este es dulce y melancólico. Dejando de lado los salones de la alta aristocracia -a los que son tan afectos Tolstoi o el propio Dostoievski-, aquí el Dr.Chéjov centra su mirada en los desposeídos de una manera compasiva a la vez que irónica.
-Muerte en Venecia. Thomas Mann. La obra más sensual con la que me he topado. Las descripciones de pensamientos, emociones y sensaciones son tan sutiles como finas. Novela que retoma aspectos de la vida del celebre compositor neoclásico Malher y que plantea sutilezas sobre la belleza, lo divino y la inocencia. Para él, dios sopla su halo para habitar al enamorado.
-La hija del capitán y La nevasca. Sergei Pushkin. Comencé a leer a Pushkin porque Chéjov y Dostoievski hablan de él como un maestro. Incluso Dostoievski cuando relata alguna escena difícil de describir dice que "ni el mismo Pushkin" lo podría hacer, con lo que denota la alta estima en que tiene su narrativa. Y no se equivocan.
-El Proceso. Franz Kafka. Joseph K despierta con la novedad de que unos agentes lo buscan. Bajo la lógica del que nada hizo nada teme, entra a la inercia de un proceso que nunca termina. Trayectos laberínticos por salas de juzgados, visitas a jueces y muchas, muchas mujeres hermosas componen esta obra, sin duda muy superior a La Metamorfosis.
Isabel
Hace 9 años
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