Hace poco estuve en un sitio llamado El Chico, donde tuve oportunidad de recorrer los lugares más apartados de esa localidad y de conocer gente, mucha gente, de expresión dura y con las líneas marcadas del rostro, con vestimentas que denotan su idiosincrasia, de ademanes pausados y ambigua expresión.
Ahí, el ruido de los ríos al correr, de las cascadas o del viento pasando entre los árboles es lo habitual. Llueve mucho y una densa niebla se apodera del paisaje al caer la noche, y no se quita hasta cuando amanece.
Mi estancia en este lugar fue privilegiada. Un día antes de llegar ni siquiera sabía que iría; todo surgió de imprevisto, súbito y fugaz como un sueño, y a los diez días despertaba descansado y feliz en mi urbe de concreto, en el ajo de la ciudad.
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1 comentario:
Aaaah, pues ke buen lugar, ahora tengo gans de dormir, dormir placidaMente, ese parece un buen lugar para hacerlo, aun sin albur.
La foto amarilla, genial.
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