De un humor sútil, El sabor del té es un homenaje al cine costumbrista clásico japonés, donde la familia es la base de creación de historias mínimas situadas en el campo –densamente poblado– cerca de Tokyo.
Ese retrato familiar de manera episódica, puesto que vemos las aventuras de vida de cada uno de los miembros de la familia, a través de las cuales Ishii logra demostrar la presencia de la poesía en la vida cotidiana.
El personaje más inquietante tal vez sea la hija pequeña, perseguida psicológicamente por su doble gulliveriano, al cual intenta exorcizar mediante una prueba física; el hijo adolescente vive su primer amor apasionado; la madre trata de recuperar su profesión como dibujante de animé, combinando esa actividad con el cuidado familiar; el padre es un terapeuta que aplica la hipnosis en sus tratamientos, y la practica también en la familia; el tío se ha alejado unos días de su trabajo en la ciudad y reencuentra un viejo amor en medio de la naturaleza originaria; otro tío, reconocido artista de manga, está al borde del delirio, y el más excéntrico de todos, el abuelo, también dibujante, un personaje desopilante, constituye un verdadero hallazgo.
Cada historia individual abre un capítulo, asoma a un mundo diferente en esta saga familiar que permite conocer el mundo interior de sus personajes. Las historias incluyen entre otros el animé, los efectos especiales, los trenes, los campos de arroz, la danza noh, la sátira al béisbol y a la mafia yakuza, el juego del go, todo en medio de una naturaleza como sólo los orientales pueden fotografiar. Con la presencia constante de la taza de té.
Al director no le interesa el realismo, todo lo contrario, las situaciones bordean a veces lo surreal, o están en la puerta del delirio, sin temor al ridículo.
Además, aparece aquí uno de los actores japoneses más reconocidos del momento, el excelente Tadanobu Asano, presencia habitual en los films de Ishii y visto ya en Zatoichi, de Takeshi Kitano, en Café Lumière de Hou Hsiao-hsien y en la tailandesa Last Life In Universe.
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