martes, 21 de abril de 2009

Una cereza tostada

llegó a la reunión mirando de reojo a todos y se sentó en una banca apartada

era una reunión en casa de Marcela, joven estudiante de historia del arte radicada en berlin, pero que cada año solía pasar alguna temporada en el distrito federal

también la miré de reojo, y aunque al instante quise acercarme a ella a platicar no fue sino un mes después que la volvería a ver

en esa ocasión me enteré que se llamaba mariana

tiempo después iba yo caminando sobre la calle de guerrero para llevar unos recibos al periódico y a recojer más libros para reseñarlos, y fue ahí que la vi caminando del otro lado de la acera.

disimuladamente decidí seguir sus pasos

tras caminar dos o 3 cuadras sobre guerrero dio vuelta en la esquina con 16 de septiembre, se detuvo frente al café coatepec, y tras cruzar una palabras con un dependiete del lugar le fue entregada una bolsita de papel color cafe, que seguramente contenía idem

tras salir de la cafetería enfiló el rumbo hacia el metro

yo, seguía atento su caminar, y mientras más la observaba me me sentía atrapado por el dulce cantoneo de sus caderas

hipnotizado, entré al metro y fingí un encuentro casual

estando cerca de ella pude oler el exquisito aroma de su café que parecía inundar el vagón,

eso dio pie a la conversación elogiando ambos las cualidades de la ceresa tostada, a la que los dos éramos adictos

me dijo que vivía en tabasco, la calle más arbolada de la colonia roma, cuyas tupidas jacarandas con frondosas copas durante la primavera y el verano se llenaban de pequeñas flores moradas, que a la distancia daban la apariencia de enormes círculos púrpuras.

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