martes, 14 de abril de 2009

Daños colaterales de una guerra partidista


Es increible ver cómo pasan los días y lo que parecía una gresca más entre partidos se ha posicionado como una de las fracturas que marcará lo que resta del sexenio de Felipe Calderón.

Y es que dificilmente la coordialidad podrá ser restablecida tras la ruptura del PAN con el PRI, deribada de la campaña mediática encabezada por Germán Martínez Cázares, dirigente nacional del CEN panista, quien desde la colonia del Valle y Los Pinos, dirige obuses altamente destructivos que han bajado en treinta días casi 10 por ciento la intención de voto por el PRI en la próxima contienda electoral que renovará el Congreso.

En lo que parecía la edad de oro de esta contienda, los tricolores pudieron jactarse de tener un 39.8% de la intención de votos para el 5 de julio, once puntos muy por encima del PAN.

Hoy esa ventaja se ha esfumado gracias a los buenos oficios del panista Martínez, quien con precisión de cirujano le ha dado una tunda en donde más le duele a los priístas: en sus nexos con el narcotráfico.

No obstante que al interior de todos los partidos, incluido el PAN, se cuecen habas, el principal perjudicado por sus nexos con el crimen organizado es el de la Revolución Institucional.

Y en todo este aquelarre, llama la atención la resurrección como operador político de Germán Martínez, tildado por muchos de inepto por la ineficacia con la que había operado las dos anteriores contiendas electorales, de las cuales su partido resultó el gran perdedor, incluso por debajo del PRD.

Al día de hoy los priístas se encuentran por primera vez divididos en torno a la forma en la que deben responder a las agresiones azules. El panorama se complica. La dupla Beatriz Paredes - Manlio Fabio Beltrones se niega a responder con una campaña similar a la panista. Por el contrario, un grupo importante de priístas conotados, liderados por Jesús Murrillo Karam y Francisco Labastida, pujan por revirar, al viejo estilo de diente por diente, la campaña del desprestigio.

Es inminente una fractura, no sólo entre panistas y priístas, que venían gobernando cada cual a través de sus respectivos cotos de poder, sino entre los beltronistas y los murillistas, que aireados reclaman diversas vías.


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