Me encuentro en una disyuntiva, frente a una decisión en apariencia difícil. Llevo días meditando sobre lo que debo o no hacer.
Desde que los vi fue un flachazo, una atracción inmediata, amor a primera vista.
Llevo de conocerlos más de un año, pero hace unos quince días el amor resurgió como nunca.
Estoy dispuesto a todo. Lo he decidido, llegaré, me los probaré, y muy probablemente me lleve puesto ese hermoso par de zapatos de piel de mantarraya, cuyo corte exquisito y color oscuro pardo me tiene hechizado. En el centro de su diseño, justo arriba del empeine, se dibuja un rombo perlado de tonos suaves que contrasta dulcemente con el resto del calzado.
Al verlos, tengo la impresión de que su corte refleja un amor por la humanidad.
PD: Debo decir que mi gusto por los zapatos es nuevo, no lo había desarrollado, pero bien mirado es algo que llevo en la sangre. Vienen a mi cabeza dos ejemplos: los zapatos verdes de piel de cocodrilo del abuelo Abelardo, y las adquisiciones, muchas de ellas bastante excéntricas, de mi papá.
4 comentarios:
a mi no me gustan los zapatos... nisiquiera la palabra zapato.
prefiero unas buenas y cómodas botas que me permitan brincar por todo el mundo.
pero cada quien jejeje :D
saludos.
Escribe.. por favor..
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