Se acabaron las idas a Cuernavaca a casa del abuelo
los sábados tomando coronitas mientras hacíamos la sopa del dominó en esa gran plancha de concreto que tenías por barra en tu cantina frente a la alberca
adiós a los chapusones y a los clavados
adiós a los piquetes de abeja
adiós a las visitas a tu bonito departamento en la Roma
adiós a los tequilitas que nos servías mientras hablabas de literatura ideológica
Ya nunca me darás esa hermosa edición que me prometiste
del Paraíso Perdido, de
John Milton
adiós abuelito