Una película que se estrena en los cines mexicanos causando cierto revuelo, y es que su director y miembros del reparto, como la senadora María Rojo, no están de acuerdo con la clasificación C (para mayores de 18 años) que la Secretaría de Gobernación le endilgó al filme.
Independientemente de si es correcto o no el criterio de la Segob, me parece que lo importante es que alguien haya abordado de manera cinematográfica la realidad del México contemporáneo.
La guerra entre grupos del crimen organizado, las decapitaciones, la desaparición de cuerpos en ácido, el tráfico de drogas, las vendettas, traiciones y odios; una ciudad (puede ser cualquiera) paralizada en su comercio, atemorizada; niños que juegan a ser sicarios, adolescentes que inícian sus “jales” y acaban tirados a un costado de la carretera; un entorno opresivo ignorante, salvaje, sin espacio a la ingenuidad, donde todo resulta embarrado de narco, chorreante de sangre, llena de caricias y plomo, un pueblo intoxicado de sustancias, es el México bicentenario.
Políticos metidos al narco, narcos metidos a políticos, sacerdotes que bendicen armas, militares al servicio del capo, policías municipales, estatales y federales al servicio del mejor postor, siguiendo el juego, la simulación rimbombante llamada "guerra contra el narco". Un águila que se desangra posada sobre un nopal. ¡Viva México cabrones!
Así es la nueva película de Luis Estrada (La ley de Herodes), un filme donde los migrantes que huyeron de su tierra exiliados por la asfixiante pobreza, por la falta de oportunidades y de trabajos dignos, regresan deportados, con las manos vacías a una realidad peor de la que dejaron.
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Risas nerviosas se escuchan en la sala de proyección. El filme termina pero la realidad sigue.
Nada que festejar, una frase que retumba en la mente de quienes tuvimos la desgracia de padecer el “México bicentenario”.
1 comentario:
yo por eso mejor le entro a breaking bad
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