lunes, 24 de noviembre de 2014

Movimiento perpetuo




Los últimos días, o quizá años... un pensamiento recurre a mi mente una y otra vez. Intermitente, la idea de que en el fondo a todos, o casi todos, nos mueve el deseo de amar y ser amados.

De ese punto se desprende un sentimiento, como el vértigo ante gran abismo, al que inseguro me asomo cada vez que el deseo me asalta.

Esa sensación se traduce en mí en una nostalgia del futuro; un punto en el que mis deseos y mis carencias convergen y se materializan en un anhelo.

A contralínea de Manrique, quien decía que todo tiempo pasado siempre fue mejor, me instalo en el futurismo, una añoranza de lo porvenir, no sé cuándo no sé cómo ni por qué...

Por eso, pienso, buena parte de la producción cultural de la humanidad, habla o describe cada una de las expresiones de ese desamor y soledad que nos agobia --a veces sutil, a veces brutal-- y nos hace añorar la utopía del amor. Y es eso, justo, lo que hermana a los infieles, los sátiros, los necesitados y los promiscuos, con los solitarios, que han encontrado el gusto por la agonía de lo posible -o lo imposible.


Quisiera tener alguien a quien amar,
quisiera andar con alguien por la ciudad,
se vuelve un infierno sin amor


El Monstruo el viento del Alba 
Prietto viaja al Cosmos