miércoles, 30 de noviembre de 2011

Viene de ti, viene de mí, viene del viento

La Yegros "Viene de Mi" by Waxploitation Artists


una luz
nomás que una luz
querida
torcida
que en el desierto cambió mi vida

jueves, 17 de noviembre de 2011

miércoles, 16 de noviembre de 2011

una relación imperfecta

me gusta esta foto por su juego -no deliberado- de luz y sombra y la espontáneidad con que fue tomada; como una perfecta representación de lo que es estar juntos, 
tratando de encontrar la justa media de una relación inacabada, 
y que muta porque permanece viva.

martes, 8 de noviembre de 2011

en un jardín olvidado


En los vericuetos de las relaciones humanas se acumulan mensajes
como correspondencias dejadas en un jardín olvidado;
   mensajes de vida sobre el espejismo del amor
y pulsiones de muerte refractadas en el odio y la incapacidad.

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entre las ruinas de una urbe devastada
  individuos se mueven como hormigas
frugales en busca de la redención

lunes, 7 de noviembre de 2011

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Introducción al amor (un texto de Julia Castillo)


Aquí no hay perfección 

Julia Castillo

J paseó con el pene erecto de la cama al buró, del buró al baño, del baño al clóset y de regreso. Habló  conmigo y para sí durante su recorrido por aquella habitación de un hotel en Pahuatlán, Puebla. Lento el ambiente, soberbio su deseo pero de cuerpo calmo, buscó en su equipaje y halló un condón que deslizó por su pene. Me besó. Yo sólo estaba atenta a aprenderme la escena que luego repetiría una y otra vez esperando su llamada. No podía entender su parsimonia cuando todo en mí era sobresalto. Lo hicimos, y para ninguno fue una buena cogida. No sabíamos hacernos el amor. Eso lo aprendimos muy bien cuatro años y medio después.
No es que mi cuerpo sea fácil, o quizá sí, pero si tuvimos sexo en nuestra primera cita fue porque desde que lo conocí, apenas unas semanas antes, me pareció hermoso. Porque su tono en el teléfono era sutil y sus conversaciones largas. Porque estudió literatura, ha visto muchas películas y a mí me gustan los clichés. Y porque esa salida fue perfecta. El clímax lo noté al día siguiente, cuando cortó una fruta de un árbol cerca de la alberca del hotel. Presentí un paraíso en el que no creía. Lo recuerdo bien: su torso espigado, sus nalgas y piernas macizas cubiertas por unas bermudas; su brazo alargado y el durazno en su mano. Todo había salido bien y yo no estaba acostumbrada a eso.
Una noche antes viajamos de Pachuca a Pahuatlán. En el auto escuchamos a Calle 13 y hablamos sobre películas de Tin Tan. Nos detuvimos para que tomara fotos sobre la carretera. Ya en Pahuatlán, encontramos hotel aun de madrugada. Mis emociones estaban en la garganta, en el estómago. Después de charlar y tener esa mediana cogida, se durmió; mientras, velé mi insomnio y su sueño. Insisto en que, acostumbrada al caos, no podía concebir ventura, tranquilidad tan fácilmente, de ahí que no durmiera. Y es que J sabe todo el tiempo que lo que quiere lo puede obtener, tomar, o que va a llegar más rápido de lo que cualquiera puede creer. Se lo noté de inmediato, incluso en su desnudez. Andaba dentro de la habitación, les digo, con sus pasos abiertos y carnes firmes, el sexo erecto; muy seguro para esa primera cita. Al verlo, pensaba que era un hombre desacostumbrado al infortunio; con un azar brillante. Muy distinto a mí en ese entonces, y a algunos con quienes había salido. 
Pero no volvió esa perfección. Lo intentamos varias veces, pero en cada cita confirmaba que yo no era una mujer que él deseara cerca. Tampoco lo quería mucho tiempo junto a mí, buscaba cómo irme de su cama en cada madrugada de nuestros encuentros. Hasta que, pasados cuatro años –dos de ellos casi sin vernos- nos reunimos sin pretensiones en un café. Y sólo entonces resolví que nunca disfrutaba el tiempo con él porque ante su seso y sexo siempre me sentí  disminuida; hasta esa cita en la que imperó la risa y saltó  lo obvio: atracción. Lo siguiente fue otra cita en un concierto local y un beso. Después vino una cogida decente, y ahora sí, por primera vez en nuestra historia intermitente, quise quedarme dentro de su cama toda la noche. Tiempo después, J me confesaría que luego de pocas noches compartiendo su aposento, quería pedirme que me mudara.
Hace poco J y yo cumplimos dos años de novios. Por eso esta introducción. En el primer aniversario subimos un cerro y sus “frailes” de piedra. Esta vez hablamos mucho, reímos mucho, comimos mucho; y está pendiente un festejo más grande.
J y yo nos amamos y ahora mismo lloro –bastante común en mí- porque pensé que eso no me iba a tocar más y porque es escaso el amor recíproco. Así que la fortuna se encuentra en un momento como el que pasó hace unos minutos: se asomó desnudó del sexo para abajo, y recogió su toalla tendida en una silla del comedor donde escribo. Pensé que era una provocación pero él no hizo más que explicar que se iba a bañar. J está divino, incluso con gripe, en su delicada hipocondría y su enfado porque la tos le ha irritado la garganta. “Algunos quieren asustarnos. Nosotros queremos ensayar la eternidad. Nosotros nos amamos. Me dicen que sólo tres de cada diez parejas. Somos afortunados y hay que aprovecharlo”, escribí hace más de un año, días antes de empezar a vivir juntos.
Ahora mismo, al terminar estas líneas, se halla en un sillón. La dicha está frente a mí, preguntándome si quiero algo de cenar.
-Sí, cielo, una quesadilla, por favor.